¡BIENVENIDOS (AS)!

Educar en valores es una tarea trascendente y urgente. Este espacio quiere ser una pequeña
ventana abierta para aportar en este
camino extenso y difícil.
Mantengamos encendida esta llamita porque, junto a otras,
podemos hacer fogata.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Del significado de educar en valores

Cada vez se hace más necesario tener un enfoque amplio sobre el significado de la educación en valores en los centros educativos. No podemos reducir la formacion en valores al "buen comportamiento" ajustado a normas o simplemente la manifestación de actitudes esperadas especialmente relacionadas con el rol de estudiante: responsabilidad, disciplina, atención, respeto.  

Educar en valores en un proceso mucho más amplio y complejo. Está vinculado con la necesidad del ser humano de aprender a vivir con los demás, así como de crecer internamente. Esta formación se orienta a alcanzar la propia madurez emocional, psicológica y espiritual y el desarrollo de actitudes positivas ante el mundo; actitudes que posibiliten la exteriorización de potencialidades individuales y de grupo y, al mismo tiempo, el mejoramiento de la calidad en las relaciones e interacciones colectivas.

Bajo esta percepción, educar en valores es educar para la vida, acompañando en el camino de descubrir el sentido de vivir, de tal modo que la persona pueda construir su propio proyecto de realización personal. Es orientar en el desarrollo de criterios modeladores de las conductas que permitan la coherencia entre las actitudes y el razonamiento.

También es enseñar para la diversidad y el aporte activo como ciudadano en el mejoramiento de la cultura y de la sociedad, asumiendo una ética de mínimos que permita la vida colectiva y el consenso en la sociedad civil. La educación en valores tiene un gran desafío ante las problemáticas de vida que padecen los países latinoamericanos, pues se trata de formar para la construcción de nuevos modelos civilizatorios, donde el proceso de occidentalización sea superado para contribuir al descubrimiento y la inclusión de las culturas propias desde una perspectiva ética de liberación.

Los seres humanos, además de biología o sociología somos espíritu, es decir, somos seres  capaces de transcender, de tener vitalidad, fuerza para la vida, seres que necesitan encontrar respuestas a preguntas fundamentales sobre el sentido de vivir; esta espiritualidad hay que cultivarla, no con dogmas que encierran y distancian la posibilidad de encuentro con los demás, sino con testimonios de fe  y de entrega de amor a todos (as).

Una escuela que asume la educación en valores debe orientarse hacia el desarrollo de la autonomía moral, promoviendo vivencias que ayuden a descubrir valores universales para que la persona actúe en función de ellos por convencimiento propio y no por coerción; se debe promover el desarrollo de la capacidad de decisión, de elección y definición de los valores propios en un marco de respeto de la diversidad.

Algunos autores que se ubican en la perspectiva de desarrollo de la autonomía moral han propuesto el desarrollo de habilidades y destrezas que faciliten un modo adecuado de enfrentarse a los conflictos morales, estas son: el juicio moral, el autoconocimiento, habilidades dialógicas, comprensión crítica, toma de conciencia y autorregulación.

Existen tres tipos de aprendizajes que se deben desarrollar en los alumnos en un currículo de formación ética: los procedimientos, es decir, el aprendizaje de las habilidades antes señaladas; el aprendizaje de los hechos, conceptos y teorías relacionados con los valores; y el aprendizaje de valores, actitudes y normas deseables universalmente. Todo ello se convierte en finalidades para un currículo de educación moral que tiene como orientación última la autonomía moral.  Es importante destacar que estos aprendizajes se relacionan con los tres aspectos de la persona que deben atenderse: la cognición, la afectividad y el comportamiento.

La tarea de la escuela va mucho más allá de la mera formación intelectual, o de la enseñanza de actitudes relacionadas con el ambiente escolar, pues se trata de la humanización de la persona. Esto supone una educación orientada hacia su formación integral, asumiéndose como ser individual con una afectividad y psicología propia, pero además como ser en relación con semejantes con quienes establece una red de comunicación, ubicado en un entorno social y ambiental como espacios donde desarrolla la vida propia y colectiva, y como ser con una dimensión espiritual y trascendente.

domingo, 4 de septiembre de 2011

El gusto de leer

Era una tarde de un día cualquiera de hace varios años atrás. En el patio de mi casa se escuchaba cómo la madre enseñaba a leer a su hijo de corta edad. Sería la hora de las tareas, estaría dándole la lección de turno:
- “sa, se, si , so su... la s con la a, sa....; lee: Sisa se sale sola... a ver, ¿qué dice aquí...?”.

Al parecer el niño estaba un poco distraído, tal vez estaría ya cansado entre tantas sas, ses... y sus. El tono de voz de la madre comienza a subir:
-          ¿Qué dice aquí? _ El niño titubeante responde:
-          Si... ca.
-          -¡No! ¿No ves las letras? Si... sa...
El niño con el pensamiento puesto tal vez en el juego de pelota, o en el programa de TV... y como si estuviese atragantado de comida, dice: -¡No quiero más!. Y la madre, preocupada por la lección que no la sabía, agarra una correa y le da  a la mesa con ella:
- ¡Tú no te levantas de aquí hasta que no me digas la lección completa! _ Y el niño con sollozos intentaba una vez más: - Si... ca...
Y así pasaban las tardes, y así el niño aprendió a leer...

 Pero... ¿Aprendió?

Tal vez este niño, en el mejor de los casos, continuó en la escuela, tal vez fue un buen estudiante, responsable, que hizo bien sus exámenes y trabajos, entre otras razones porque tenía una madre que lo “ayudaba” todas las tardes y le enseñaba probablemente como lo hacía la maestra.

Tal vez ahora ese niño sea médico, abogado, o quién sabe si educador. Habrá leído unos cuantos libros o guías (fotocopias de partes de libros) y escrito otros tantos informes y trabajos para poder graduarse y tener su título. Pero, ¿cuántos libros completos habrá leído por afición, sólo por el gusto de leerlos; cuántas ideas, pensamientos, sentimientos propios habrá escrito entre tantos informes. Porque desde aquel “sa,se,si...” todo lo relativo a la lectura y escritura seguramente lo hizo porque era obligación, no porque era un placer.

Podemos pasarnos toda la vida sin descubrir la magia del cuento o de la poesía, sin descubrir las emociones que despierta la narrativa en una novela, sin darnos cuenta que un autor, un libro nos puede cambiar el rumbo de la existencia. Podemos pasarnos la vida desconectados del mundo porque nunca saboreamos lo sabroso que es estar informados o investigar para comprender algo que nos inquietaba. Aunque hayamos escrito una tesis, podemos morirnos sin aprender a decir nuestra palabra, sin acariciar nuestro pensamiento, nuestra afectividad materializados en un verso, en párrafos, en ideas ordenadas y coherentes; podemos pasar por el vida sin disfrutar de la libertad que supone expresarnos, regalarnos a los demás a través de la palabra. Y es que leer no es decodificar signos, como tampoco escribir es copiar. Leer es encuentro, es crecimiento espiritual, afectivo e intelectual, es medio para convertirnos en ciudadanos capaces de sentir y hacer conciencia de la realidad, al propio tiempo que es viaje a otros mundos insospechados, leer es comprensión que nos aclara  interrogantes para después crear. La lectura permite la producción de ideas, es fuente, así como lo es la experiencia, los sueños y el arte.

Es trágico pensar que nosotros somos aquel niño que una tarde escuché cómo era “mal enseñado” y como “mal aprendía”; porque la mayoría de los venezolanos, especialmente los que ahora somos adultos, creemos que “la letra con sangre entra”,  y lo peor es que así seguimos. Aunque nos resulte difícil creerlo, todavía así enseñamos en muchos lugares, no con amor y paciencia, sino con el terror que produce la correa, el grito o la amenaza; enseñamos lejos de la vida real manteniendo abstracciones sin sentido, y lejos de construir aprendizajes en un ambiente grato.

Para aprender a leer y a escribir se tienen que cambiar las concepciones erradas sobre la lectura, escritura y cómo se aprende, e incorporar en los métodos y estrategias el gusto, el placer absolutamente conectado con la atención a las necesidades o intereses,  para poder valorar, desde allí, el universo de significados que hay y puede haber en las palabras escritas, las que leemos o las que podemos decir.