¡BIENVENIDOS (AS)!

Educar en valores es una tarea trascendente y urgente. Este espacio quiere ser una pequeña
ventana abierta para aportar en este
camino extenso y difícil.
Mantengamos encendida esta llamita porque, junto a otras,
podemos hacer fogata.

sábado, 3 de diciembre de 2011

La violencia llegó a la escuela.

Una madre, representante de un estudiante de sexto grado, me contaba cómo tuvo que sacar a su hijo del colegio porque después de haber recibido varias amenazas, a causa de rencores desencadenados por un campeonato, un grupito de compañeros  estudiantes lo agarraron en la salida de clases, lo llevaron a un callejón y allí le cayeron a golpes. La respuesta del colegio fue citar a los involucrados, conversar y colocar como sanción que el agresor le pidiera “disculpas” al agredido. Allí terminó el problema para el colegio, pero no así para los estudiantes.

Para nadie es un secreto que la violencia hace rato llegó a la escuela, está haciendo estragos en Educación Media, y causando terror en las universidades. La violencia está en las aulas, el patio,  las canchas, los pasillos de los centros educativos.  Violencia que se expresa en cosas “simples” o menos elocuentes como el lenguaje, los juegos pesados, el “chalequeo”, la discriminación; y otras más complejas como los golpes, el robo, el uso de armas, el tráfico de drogas, la prostitución. Aquí nadie escapa: estudiantes, representantes, personal se ven afectados por la situación, no existen cercas ni muros lo suficientemente altos para que la violencia no entre al recinto escolar.

Pero, ¿qué esperábamos?, ¿mantener a salvo las escuelas, mientras el resto de la sociedad se pudre? Los centros educativos son expresión de lo que se vive en el entorno social. Una sociedad que vive en guerra, el Observatorio Venezolano de Violencia  prevé que probablemente lleguemos a  19.000 asesinatos en este año; una familia que maltrata a la mujer, a los niños, niñas, adolescentes y ancianos; una sociedad armada que piensa que es mejor tomar la ley por su cuenta;  un estado corrompido incapaz de hacer ejercicio de justicia... ¿qué pide a la institución educativa?¿Qué pide a sus jóvenes?

Lamentablemente somos hipócritas, ponemos a nuestros muchachos y muchachas a crecer viendo asesinatos, sexo, alcohol y drogas a través de los diversos medios de comunicación de masas, los ponemos a vivir en medio de la violencia creada por los adultos... y después queremos que ellos sean hombres y mujeres que vivan valores humanos. Aquí o comprendemos que TODOS tenemos una alta responsabilidad en la educación de las nuevas generaciones, o nos vamos al despeñadero. Por ello, es muy pobre considerar que la violencia escolar la resolvemos con la intervención de la policía, son muchas las “intervenciones” que habría que hacer para erradicarla, hasta los discursos incitadores de violencia y odio que acostumbran tener muchos de los políticos venezolanos deberían ponerse en el banquillo.

Pero los centros educativos no podemos tapar el sol con un dedo, y aquí quizá lo más urgente es darnos cuenta de que el problema de la violencia escolar no es simple, no lo resuelves con una conversación donde los involucrados en un acto vandálico se piden disculpas a regañadientes y después la amenaza continúa latente.   Los educadores debemos apretarnos el cinturón  y subrayar un principio educativo básico: el proceso de aprendizaje debe partir de la REALIDAD, de la experiencia, del saber y del entorno de los estudiantes, para que todo lo que se aprenda en las aulas tenga sentido para la vida. Debemos subrayar la educación para la PAZ, pues estamos viviendo una guerra; no podemos colocarnos de espaldas a esa realidad que está allí, que entró sin pedir permiso, o declararnos sin herramientas para enfrentarla; no podemos  abandonar el afecto y la disciplina, la reflexión y la experiencia  que deje huella en nuestros estudiantes porque esos procesos serán los principales aliados en este camino de crecimiento mutuo.

Educar en valores sigue siendo una prioridad, una necesidad no accesoria a la que nos debemos mucho más en estos tiempos en que pareciera que no es posible vivir en paz. Nuestra labor como educadores y como ciudadanos será verdaderamente relevante si impedimos que la violencia se instale en nuestros centros, en nuestras casas y en nuestras calles.