¡BIENVENIDOS (AS)!

Educar en valores es una tarea trascendente y urgente. Este espacio quiere ser una pequeña
ventana abierta para aportar en este
camino extenso y difícil.
Mantengamos encendida esta llamita porque, junto a otras,
podemos hacer fogata.

sábado, 23 de febrero de 2013

Tenemos familia (1) Por una educación inclusiva



Marcos, de siete años,  leyó a su madre la lectura que la maestra le había asignado para compartir con su familia. Tomó la hoja y comenzó: “En la familia, papá vive con mamá y, entre ambos, deben criar a sus hijos en un ambiente de armonía y unión; así es la familia cristiana…” Marcos terminó de leer, le siguió un silencio que terminó con lágrimas en los ojos, porque hacía dos años papi y mami se habían divorciado.

Cuántas veces obviamos las realidades que viven los estudiantes y en lugar de dar elementos para  construir sus identidades, desde la valoración de lo que son, colocamos banderillas hirientes en su historia, que en nada ayudan a comprender lo que viven.

En el ámbito de la familia, la realidad es diversa, como lo es en la religión, la política o cualquier aspecto de la vida colectiva; conviven diferentes estructuras o maneras de constituirla; no existe como modelo único la familia nuclear tradicionalmente conformada por papá, mamá e hijos (as) que viven bajo un mismo techo, mucho menos en sociedades, como la nuestra, donde la familia extensiva (diferentes miembros unidos por lazos consanguíneos: abuelos, tíos, primos…, incluso miembros unidos por lazos no consanguineos) están presentes de manera activa en la vida familiar; cada día se abre paso la familia monoparental (mamá o papá e hijos) e incluso, a pesar de lo escandaloso que pueda resultar, la familia homoparental (parejas de hombres o mujeres con (o sin) hijos), o familias con “mis hijos, los tuyos y los nuestros”.  La diversidad en la manera de estructurar la  familia no es nueva, siempre ha existido, pero quizá ahora se amplía.

Tener pareja sin una vida compartida, criar hijos en soledad, decidir no tener hijos, iniciar la vida de familia sin el matrimonio como paso previo, diversos sujetos compartiendo un techo, los lazos más allá de la consanguinidad  o la apelación al divorcio de matrimonios constituidos, dan cuenta de la brecha que se abre entre la realidad y la asunción del modelo de familia nuclear; vamos además asistiendo a transformaciones culturales y sociales que sin duda están teniendo su efecto en las nuevas formas de constituir familia:  el nuevo rol de la mujer en la sociedad y la apertura hacia la diversidad en las identidades sexuales,  constituyen  ejemplos visibles de ello.

Es necesario ampliar la perspectiva al momento de abordar la familia como contenido educativo si queremos aportar a su fortalecimiento; que, muy por encima de cualquier crisis, muy por encima de los modelos  o de las problemáticas que padece, se mantendrá, como se ha mantenido en el tiempo,  porque todos los seres humanos necesitamos de una “familia” para poder  vivir, para poder reproducirnos, asumir la crianza de los pequeños, recibir y dar seguridad, afecto, posibilidades de bienestar económico y social, hasta simplemente por necesidad de amor y compañía.

Sería muy negativo ponernos vendas ante la complejidad y la diversidad, sería negativo si  el enfoque de fondo que le imprimimos a la educación que promovemos se centra en la homogenización, pues “el modelo ideal” se puede convertir en juez que sataniza la experiencia vital del otro. No se trata tampoco de negar el modelo de familia nuclear, sino de flexibilizar el ideal para dar cabida a otros modos de ser familia porque simplemente existen, se trata además de reubicar el modelo considerando las relaciones interpersonales, más allá de la estructura; es decir, en poner el acento en la calidad de las relaciones entre sus miembros, no solo en quiénes son. Como educadores tendríamos que preguntarnos ¿qué podemos hacer  para formar en pro de la construcción de familia atendiendo a la complejidad y diversidad que vivimos?, si optamos por el respeto a la diversidad, ¿qué supone esto en el campo de la educación para la familia?

Quizá lo primero es que el educador conozca y comprenda la experiencia de familia del educando, bien sea niño, niña, joven o adulto. Comprenda que “mi familia es la que tengo”, y ayude a que los estudiantes reconozcan su propio núcleo, asumiendo y significando sus luces y sombras.

Vale la pena ayudarles a comprender, que no existe la familia absolutamente armónica, por el contrario,  las familias viven multiplicidad de situaciones conflictivas; sin embargo, siguen siendo familia. Porque junto a  esas situaciones, también se viven alegrías, lazos, bondades que mantienen atados a sus miembros. Que descubran que los seres humanos podemos reconstruir, reorientar, buscar nuevos modos de vivir y ser feliz cuando no se da el ideal socialmente aceptado. En este sentido, más que centrar el esfuerzo educativo solo en promover una estructura de familia, dada la realidad, y sin negar el ideal, el centro  de atención  debería estar en los estilos de relación que se establecen dentro de ella, en la manera como se enfrentan los conflictos, en la manera como se distribuyen y se asumen los roles o responsabilidades, en las actitudes y valores que se viven entre los sujetos que la conforman; porque puede haber hogares con la presencia de los padres, pero las relaciones son  dañinas y pueden dejar traumas equiparables a las de un divorcio mal llevado.

Presentemos experiencias de vida, no solo de parejas, también de abuelas(os), de madres o padres solteros, hermanos(as)… porque en ellas seguramente habrá luces  para vivir, ayudemos que los estudiantes vean qué  valores, dones, enseñanzas… encuentran en su propia experiencia de vida y en la de otros que les ayude también a ver la diversidad sin sentirse amenazados (as).  Veamos la familia de Jesús de Nazaret como modelo, si existe una identidad cristiana en el contexto educativo donde se desarrolla la labor educativa, pero ojalá que sea para descubrir en ella valores que nos hagan más humanos, no para hacer sentir a los estudiantes que su familia no es cristiana porque en casa no está papi o mami.

Educar para la familia supone muchas cosas, hoy subrayo el necesario respeto a la diversidad, la valoración de lo que tenemos y el poner el acento en lo que nos hace familia aunque no vivamos el modelo de familia nuclear.