¡BIENVENIDOS (AS)!

Educar en valores es una tarea trascendente y urgente. Este espacio quiere ser una pequeña
ventana abierta para aportar en este
camino extenso y difícil.
Mantengamos encendida esta llamita porque, junto a otras,
podemos hacer fogata.

viernes, 13 de marzo de 2015

Soy Militante de la Educación Popular


Tenía 24 años cuando comencé a trabajar en Fe y Alegría. Recién salía de la Universidad del Zulia, feliz,  con mi título de Licenciada en Educación mención Ciencias Sociales, dispuesta a trabajar en lo que soñaba: en Educación Básica (como se llamaba en ese tiempo), pero además, en Fe y Alegría, porque gracias a los jesuitas, ya me había enamorado de este movimiento antes de pertenecer a él.Así que concursé y salí seleccionada para dar clases como profesora por horas en una escuela en un barrio ubicado al sur de Maracaibo.Jamás olvidaré mi inicio en la docencia. Era marzo del 89; marzo, no septiembre(mes en que comienza el año escolar). Sabía que entraba en una escuela con una situación difícil, pues, ya me habían explicado: la escuela recién atravesaba un fuerte conflicto que terminó en  la suspensión definitiva de algunos educadores, de modo que el ambiente era de mucha tensión.

Conocí la escuela. Recuerdo que me llamó la atención la disposición de las instalaciones, con sus salones separados como pequeñas salas rodeadas de verde de los árboles que le regalaban agradable sombra, con sus mesas y sillas provocando el equipo, con buena parte de sus paredes abiertas a la vida, a la naturaleza. Eran salas modestas y dignas, sin duda detrás de ese modo de disponer el espacio,  había una idea pedagógica; desde entonces la escuela me encantó.

El primer día de clases entré  al salón de 7mo grado,  los(as) muchachitos (as) me esperaban llenos de malestar sentados en sus sillas, nunca pensé que en lugar de alegría iba a encontrar enojo en mi primer día como profesora, había rabia en sus miradas de 12 y 13 años. No sé en cuál instante, antes de que yo emitiera algún sonido,los estudiantes comenzaron a darle golpes a las mesas en señal de protesta por la ausencia de su profesora anterior, gritaban consignas y hacían un ruido estruendoso que duró pocos minutos, pero que a mí  me parecieron horas eternas. Recuerdo que ese día entendí el significado de la palabra improvisación, nada, absolutamente nada de lo que había pensado y programado me servía en ese momento, ni siquiera una solita clase recibida en la universidad.  De algún modo, me aferre a la palabra como medio para dar paz a esos niños y niñas que aún estaban viviendo el revuelo de lo que significó ese conflicto. Entonces escribí en el pizarrón “Me llamo Beatriz García” y les pregunté ¿puedo hablar? Poco a poco fueron haciendo silencio, entonces les dije “Entiendo por lo que están pasando, no conocí a su profesora, se que hubo un problema,  pero no se mucho, alguien desea contarme…” Así, sin saber o sabiendo muy poco, comencé a vivir lo que significaba el diálogo cultural en educación popular, esto lo entendí años después, años que implicaron pasar de una empatía por el movimiento, a un convencimiento en cuerpo y alma, del sentido de la educación popular y de la opción, que se hizo personal, por los niños, niñas y jóvenes de los sectores populares.

El tiempo pasó, y con él puedo ver que Fe y Alegría ha vivido muchas cosas; incluso el conflicto ha formado parte de esta historia. Muchos podemos pensar (como yo al inicio) que en Fe y Alegría no hay problemas, los conflictos no existen o es fácil ser un buen docente o directivo en un centro de Fe y Alegría, pero no es así. Fe y Alegría ha crecido y ha salido adelante viviendo situaciones difíciles con el personal, con la situación económica, sin tener cómo pagar a sus docentes en una larga época de absoluta inestabilidad económica, en relaciones con el estado que no siempre han sido alentadoras,  situaciones difíciles con las familias, las comunidades y estudiantes que viven la violencia y la pobreza dentro y fuera de sus casas… Pero en medio de todo ello, el espíritu de amor y entrega por los muchachos que merecen una educación de calidad ha estado presente y ha permitido trascender a las dificultades. Seguramente hemos cometido errores porque somos humanos y ellos no están ajenos a nuestra condición, pero sin duda también hemos aprendido de esos errores y los llevamos en nuestro morral como equipaje de camino.

Años después, me encontré en un centro comercial con uno de aquellos primeros estudiantes que tuve, lo vi acercarse y su rostro me pareció conocido:
-          Usted se llama Beatriz.
-          Si … yo te conozco!
-          ¡Claro!!, ¡Usted fue mi profesora de Historia en la escuela Nueva Venezuela de Fe y Alegría…!

Tampoco podré olvidar jamás esa emoción compartida en ese instante de encuentro, mucha historia recogida en él. Le doy gracias a Dios por todo ello, porque con Fe y Alegría me hice, porque he sido, soy y seguiré siendo, desde cualquier responsabilidad que me toque, educadora militante de la educación popular.

lunes, 2 de marzo de 2015

60 años después... “O reinventamos o erramos”

Fe y Alegría cumple 60 años. No es poco. A lo largo de estos años se ha forjado un movimiento de personas concretas que nos sentimos  FE Y ALEGRIA porque nuestra vida, como persona, ciudadano (a) y profesional, se ha venido construyendo de la mano de esos tres muchachitos que caminan con el corazón que nos identifica.

Cuando una institución de larga data arriba a estos años, se suele mirar el camino recorrido para celebrar los esfuerzos y la siembra de los formidables frutos que se tienen en el presente. Esto es necesario e importante, pues la identidad bebe el agua de nuestra historia que, como fuente, alimenta lo que hoy somos. Esto es necesario e importante, pero no suficiente.  El “Atrevámonos” de nuestro fundador, el padre José María Vélaz, nos empuja a ir más allá, para celebrar también desde el llamado a releer nuestro contexto,  60 años después, a fin de ver qué está necesitando Venezuela y América Latina en un ahora absolutamente retador.

Una relectura de nuestra opción por los pobres y de la educación popular y promoción social quizá nos lleve a pensar que nuestras nuevas aulas deben estar en las calles, con los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que han desertado del sistema educativo, con los muchos de ellos que allí deambulan y que, en América Latina según UNICEF, son cerca de 40 millones; en las calles o las casas de la comunidad,  educando junto con las familias y organizaciones que allí conviven; o en las cárceles con los privados de libertad, víctimas y victimarios de un sistema penitenciario ineficiente, abusivo y corrupto; o quizá en las fronteras, con los  desplazados que padecen condiciones infrahumanas de vida, con nuestras comunidades indígenas, o en las organizaciones de adolescentes y jóvenes que andan buscando un mundo NO escolarizado que les deje encontrarse, emprender y producir.

Necesitamos asumir la educación popular como epistemología crítica presente en las universidades, instituciones, medios de comunicación, organizaciones, empresariado, comunidades, en alianza con ellos, para alimentar la comprensión crítica del contexto desde el lugar de los pobres; comprender la pobreza y la necesidad de transformación profunda;  educar a todos y todas para la acogida y la construcción de una sociedad incluyente, a pesar de las diferencias, para aprender a vernos como sujetos con igual derecho y dignidad. 

Llegar a 60 años para una organización puede ser peligroso para sí misma y su razón de ser. A estas alturas, las estabilidades por las que se luchó en los inicios y que, en buena medida, se han venido alcanzando, aunque todavía falten otras, pueden conducirnos a la parálisis,  comodidad o ausencia de compromiso; junto a la madurez que vamos teniendo puede hacer espacio la burocracia para comerse el estilo modesto y sencillo que  nos ha caracterizado;  el afán por el “control de la calidad” puede ahogar la creatividad y la innovación, privilegiando lo técnico por encima de lo pedagógico, la complejización de tareas que distraen por encima del hacer verdaderamente importante, el  mandato por encima de la decisión democrática.

Necesitamos seguir privilegiando el movimiento más allá de la institución, en sana tensión, engranado, pero en movimiento que, en sí mismo, vive lo que aspira para el país; y para ello, debemos reestructurarnos o reinventarnos, desde un VER amplio y profundamente autocrítico de lo que tenemos hoy dentro y fuera; desde una mirada y escucha  de los nuevos anhelos que van aflorando, las nuevas formas de ser de nuestros niños, niñas, jóvenes y adultos, las nuevas formas de injusticias que viven los pobres, antiguos y nuevos, a quienes nos debemos.


Celebremos nuestros 60 años con Fe y Alegría dando los pasos para seguir esta hermosa historia de transformación por Venezuela. Celebremos, con el compromiso de  seguir reinventándonos y atreviéndonos, esa es la mejor manera de mantener vivo el espíritu fundacional.