Hace pocos días fue el operativo policial en San Vicente, un sector de la ciudad de Maracay, donde, no por casualidad, Fe y Alegría se ha hecho presente desde hace algunos años a través de sus escuelas y programas. La presencia en San Vicente es una expresión de esa convicción de que Fe Y Alegría debe estar “donde acaba el asfalto” como decía nuestro fundador el Padre Vélaz.
Diversas noticias leímos con asombro sobre los hechos ocurridos en la comunidad de San Vicente. Hoy seguimos escuchando con indignación voces de gente nuestra que nos cuenta: “Fueron alrededor de 2 mil efectivos de la guardia y las policías… imaginen ¡2 mil efectivos! Llegaron a las 3 de la mañana allanando todas las casas…”. La gente de la comunidad cuenta cómo les golpearon, maltrataron, derribaron puertas y se llevaron maridos, hijos, hermanos… además de celulares y dinero. Los muertos fueron más de 20, aunque la prensa sólo reseñó 3, los detenidos cerca de 800.
Caminamos sobre escombros. Lo ocurrido en San Vicente denota el nivel de deterioro que estamos viviendo en el país:
· A la vista de todos queda la incapacidad de los cuerpos de seguridad del estado de mantener la paz y seguridad en el día a día, ¿necesitan operativos eventuales de esta naturaleza para combatir la violencia, inseguridad, extorsión?, ¿Cuántas vidas cobraron, cuántos maltratos y violación de derechos realizados con la bandera de la paz? ¿Por qué no hacen el trabajo que la gente les pide a diario?
· Queda claro el nivel de corrupción que se ha anidado en esos mismos cuerpos de seguridad capaces de robar el poco dinero y pertenencias de gente humilde, efectivos capaces de golpear a inocentes para después “averiguar” quiénes son los responsables de delitos, ¿qué confianza puede haber sobre una institución cuyos personal actúa de esta manera, qué los diferencia de los delincuentes?
· Una vez más vemos el poder de mafias que se asumen como organizaciones que brindan “paz” a cambio de vacunas y extorsiones, una absoluta desviación de los medios para alcanzar fines; esa “paz” es absolutamente ficticia, hueca. Es asombroso ver cómo la gente se considera “más segura” en manos de esas mafias y sus pranes, muchos de ellos operando desde las cárceles. ¿Quién es el verdadero responsable de esto?
· Los terribles aplausos de gente que pide más muertes, que le parece bien que se asesine al culpable a través de métodos como el que vimos, denota una actitud anarca y vacía de valores. Una apreciación de fondo además, sumamente discriminatoria: “En los barrios están los delincuentes”. Se justifican ajusticiamientos, procedimientos que nada tienen que ver con la democracia, con el respeto al debido proceso y los derechos humanos. El policía que mata a un presunto delincuente se convierte en asesino, y sabemos que esto ocurre, y que muchas veces, se mata a inocentes porque su verdugo se “equivocó”. Esa violencia trae más violencia.
· Vemos cómo la verdad oficial es solo eso, “oficial”; con su contrapartida, la verdad en muchos medios privados, es también “privada” de diversas miradas. A los venezolanos nos sigue tocando la tarea de buscar la verdad en la calle, en los diversos lugares donde haya un informante, volvernos escucha de la palabra de quien no tendrá voz para los medios encarcelados por los intereses de sus dueños, privados u oficiales.
No queremos mafias, tampoco policías corruptos, y mucho menos a unos apoyados por otros. Queremos que se construya la paz con un estado y policías que contribuyan con honestidad a hacer posible una vida digna. La construcción de paz es responsabilidad de todos, porque cada uno, desde donde está, tiene un papel que cumplir orientado por valores humanos firmes; pero es una responsabilidad irrenunciable del Estado, cuyos errores cometidos costará el futuro de todos, si instaura la violencia en la calle como mecanismo para alcanzar paz o, si simplemente, se queda de brazos cruzados mientras nos matan o extorsionan.
En medio de todo esto la esperanza vuela, aquí se hizo presente, una vez más, en lo sencillo: “…No había transporte público y ninguna escuela abrió sus puerta, sólo los de Fe y Alegría estaban allí, con el personal completico y 30 niños de distintos grados”.