Después
de este relámpago contundente que ha significado la campaña electoral en
Venezuela, vamos a necesitar ejercitar dos verbos esenciales para poder
convivir en paz y tratar de avanzar hacia la superación de la polarización. Esos
verbos son: reconocer y concertar.
La democracia y, por consiguiente las
elecciones, trata, entre otras cosas, de que la mayoría decide lo que considera
conveniente al país, y de que todos acatan la decisión de esa mayoría. Reconocer
los resultados de la consulta supone respetar no solo el resultado, sino a sus
partidarios. La mayoría no es ignorante, vende patria, golpista o cualquier
calificativo ofensivo porque opte por
una u otra alternativa. Justamente, en democracia, cada quien tiene la
posibilidad de expresarse, de hacer ejercicio de su derecho y deber, por ello
nadie bota el voto, todos votan con sentido; no existen unos que votan bien y
otros mal. A todos nos toca entender que lo racional, inteligente, culto o adecuado,
no es solo lo que pienso; en este juego de intereses, las razones del otro son
también válidas. Por ello, aquí se trata de reconocer lo que quiere la mayoría,
aunque no lo comparta, aceptar sin recriminaciones, ni sabotajes.
Pero
también es necesario reconocer la minoría. Hay una parte del país que se verá
desfavorecida con el resultado, que cree y seguirá creyendo en la alternativa
contraria. La minoría, también identificada en aquellos que no logran ver en
ninguna opción un camino convincente, los que no logran recuperar la confianza
en ninguna propuesta o líder, esos “ni ni” queridos por nadie porque son una
piedra en el zapato, o de aquellos que se mantienen al margen, pues no se
sienten llamados a participar como ciudadanos en el espacio público. Reconocer la
minoría diversa porque todos son sujeto de derecho. Todos somos “otro”,
merecedores de respeto, hasta vendría
bien simplemente contemplarnos en la diversidad para redescubrir que existimos.
Este
es un verbo complejo, pero podemos practicar al menos algunas actitudes
indicativas de su incorporación en nuestro itinerario de vida. Algo tan simple
como reconocer al ganador; tan simple como no ofender ni hacerse eco de
ofensas, de esas con las que se inundó el facebook el 8 de octubre de 2012; guardar
silencio para comprender y escuchar al otro antes de ponerme a convencerlo de
lo inapropiado de su opinión. Tan sencillo como respirar profundo y cargarnos
de un poco de humildad para admitir equivocaciones y enmendar, esto sin duda
ayudaría a generar confianza, esa
palabra tan dura de recuperar cuando se pierde. Tan apropiado como desterrar la
burla y el cinismo, o simplemente dejarlas que pasen sin afecciones.
Todos
tenemos diferencias en nuestras percepciones de la realidad, pero también
tenemos puntos de encuentro. Si nos ponemos a definir nuestro sueño de país,
seguramente habrá rasgos que se
aproximan. Es aquí cuando nos encontramos en condiciones para conjugar el otro
verbo. Concertar supone poner en ejercicio la capacidad de ver lo que nos une, porque esos puntos de
coincidencia que existen en los qué y los cómo construimos país, puede que estén
allí más cerca que lejos. A menudo la oposición ha asumido una actitud de
absoluto rechazo a las iniciativas y propuestas del gobierno, a menudo el gobierno
ha reaccionado alérgicamente ante la diferencia. Podemos hacer el ejercicio de
ver con positividad lo que puede ser conveniente para todos, sin que eso
signifique una suerte de abandono de la opción política.
Lo
radical en la democracia debe ser el acuerdo para poder convivir unos y otros
sin abusos ni colonialismos. Concertar implica dialogar, necesitamos un llamado
al diálogo a los distintos sectores del país con una agenda sobre los problemas
neurálgicos que vivimos; un diálogo donde podamos valorar las iniciativas que
se han adelantado en diversas materias y donde se pueda incorporar nuevas
apreciaciones y aportes. Un diálogo incluyente que permita matizar, evitar el
radicalismo y ese afán dañino de culpabilizar eternamente, cuyo interés supremo
que mueva no sea el dinero, sino el
bienestar de toda Venezuela.
El
primero que debe convertir en acción este verbo es el líder vencedor y su equipo,
ellos deben poner la pauta, es decir la mediación para lograr la concertación.
Pero también están los líderes de la oposición, porque mal papel harían si se
enquistan en la indisposición. Ambos deberían pensar en dar paso a líderes
apropiados para negociar. Algo se gana y algo se pierde cuando se concerta
entre radicales, eso no los desvirtúa, no los vacía de identidad. Si ambos no
ven matices, y se mantienen en los extremos, entonces sería sumamente difícil
convivir en sana paz. A los ciudadanos también nos toca poner en acción este
diálogo, porque si no logramos hacerlo en lo pequeño, en el carrito por puesto,
en la casa, en esa amalgama que es la cotidianidad, mal podríamos exigir o
esperar que surja en lo grande. Reconocer y concertar, dos verbos, dos
acciones, esa es la gimnasia para después de las elecciones.
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