¡BIENVENIDOS (AS)!

Educar en valores es una tarea trascendente y urgente. Este espacio quiere ser una pequeña
ventana abierta para aportar en este
camino extenso y difícil.
Mantengamos encendida esta llamita porque, junto a otras,
podemos hacer fogata.

sábado, 16 de julio de 2011

El aprendizaje para la convivencia como proceso permanente

Para vivir en paz y  enfrentar  adecuadamente los conflictos propios de la convivencia, necesariamente debemos desarrollar varios conocimientos, habilidades, actitudes y valores que recogemos en estos tres grandes aprendizajes:
Aprender a dialogar: es decir, aprender a decir nuestra palabra y a escuchar al otro. Para ello, es necesario apropiarnos del lenguaje en sus diferentes formas porque esto nos permite reafirmarnos; pero al mismo tiempo, es necesario aprender a callar, para dejar que el otro exprese su verdad y desde esa relación de habla y escucha poder complementarnos. La interacción con los demás sólo es posible a través del diálogo. Reconocer al otro y que el otro me reconozca sólo es posible si logramos conectarnos en esa relación de habla y escucha.

Aprender a analizar la realidad: en otras palabras, aprender a conocer e interpretar los hechos y situaciones que se presentan en la vida personal y en el entorno. Somos seres humanos con un mundo interior, situados en un contexto específico; convivimos en un espacio con unas determinadas condiciones socioculturales, económicas, políticas… saber cuál es esa realidad personal y social, los elementos que la definen, los problemas y conflictos que se viven, por qué se generan, los distintos sujetos que intervienen, nos ayuda a tener elementos para reaccionar con sensibilidad y mayor objetividad ante los problemas y conflictos personales y sociales  ubicándolos en su justo lugar. Lo que es lo mismo, aprender a ponernos en los zapatos del otro desde el conocimiento  de su realidad para comprenderlo.

Aprender a valorar la paz y la tolerancia: es decir, asumir la no violencia como medio de resolución de conflictos y aceptar la diversidad de la que formamos parte. Es necesario descubrir que todos tenemos derechos y deberes que nos permiten convivir a pesar de las diferencias, que la diversidad es sinónimo de riqueza y que la paz es el camino de realización humana, una actitud ante al vida. Asumir esto implica desarrollar actitudes concretas en la relación con los demás y en la resolución de conflictos que van acordes con esos valores; si no valoramos la paz, no actuaremos pacíficamente; si no valoramos la diversidad, no respetaremos al otro.

Podemos formar para el aprendizaje del diálogo, el análisis de la realidad y la valoración de la paz o la tolerancia si asumimos estos aprendizajes en una dinámica de proceso, al igual que todos los aprendizajes relacionados con la formación de valores.

Esto significa, por un lado, que educar para la convivencia y el conflicto es un aprendizaje que lleva tiempo, se da paso a paso, los resultados no se ven en corto tiempo; y por otro, que asume las distintas dimensiones de la persona: su individualidad, su relación con los demás, su ubicación en el entorno y su espiritualidad, pues la convivencia, desde el marco de una educación de valores humanos pasa por el crecimiento individual en cada uno de estos aspectos. 

Educar para la convivencia debe ser un aprendizaje permanente en ese camino coherente y claro que debemos seguir para formar a las personas que tenemos en los centros educativos. El estudiante de diversificado difícilmente resolverá conflictos pacíficamente, si no hemos propuesto experiencias de aprendizaje desde que ese estudiante estaba en el preescolar. Esto supone la clarificación de la educación en valores en el currículo, asumiendo en él la formación para la convivencia. 


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