¡BIENVENIDOS (AS)!

Educar en valores es una tarea trascendente y urgente. Este espacio quiere ser una pequeña
ventana abierta para aportar en este
camino extenso y difícil.
Mantengamos encendida esta llamita porque, junto a otras,
podemos hacer fogata.

sábado, 3 de diciembre de 2011

La violencia llegó a la escuela.

Una madre, representante de un estudiante de sexto grado, me contaba cómo tuvo que sacar a su hijo del colegio porque después de haber recibido varias amenazas, a causa de rencores desencadenados por un campeonato, un grupito de compañeros  estudiantes lo agarraron en la salida de clases, lo llevaron a un callejón y allí le cayeron a golpes. La respuesta del colegio fue citar a los involucrados, conversar y colocar como sanción que el agresor le pidiera “disculpas” al agredido. Allí terminó el problema para el colegio, pero no así para los estudiantes.

Para nadie es un secreto que la violencia hace rato llegó a la escuela, está haciendo estragos en Educación Media, y causando terror en las universidades. La violencia está en las aulas, el patio,  las canchas, los pasillos de los centros educativos.  Violencia que se expresa en cosas “simples” o menos elocuentes como el lenguaje, los juegos pesados, el “chalequeo”, la discriminación; y otras más complejas como los golpes, el robo, el uso de armas, el tráfico de drogas, la prostitución. Aquí nadie escapa: estudiantes, representantes, personal se ven afectados por la situación, no existen cercas ni muros lo suficientemente altos para que la violencia no entre al recinto escolar.

Pero, ¿qué esperábamos?, ¿mantener a salvo las escuelas, mientras el resto de la sociedad se pudre? Los centros educativos son expresión de lo que se vive en el entorno social. Una sociedad que vive en guerra, el Observatorio Venezolano de Violencia  prevé que probablemente lleguemos a  19.000 asesinatos en este año; una familia que maltrata a la mujer, a los niños, niñas, adolescentes y ancianos; una sociedad armada que piensa que es mejor tomar la ley por su cuenta;  un estado corrompido incapaz de hacer ejercicio de justicia... ¿qué pide a la institución educativa?¿Qué pide a sus jóvenes?

Lamentablemente somos hipócritas, ponemos a nuestros muchachos y muchachas a crecer viendo asesinatos, sexo, alcohol y drogas a través de los diversos medios de comunicación de masas, los ponemos a vivir en medio de la violencia creada por los adultos... y después queremos que ellos sean hombres y mujeres que vivan valores humanos. Aquí o comprendemos que TODOS tenemos una alta responsabilidad en la educación de las nuevas generaciones, o nos vamos al despeñadero. Por ello, es muy pobre considerar que la violencia escolar la resolvemos con la intervención de la policía, son muchas las “intervenciones” que habría que hacer para erradicarla, hasta los discursos incitadores de violencia y odio que acostumbran tener muchos de los políticos venezolanos deberían ponerse en el banquillo.

Pero los centros educativos no podemos tapar el sol con un dedo, y aquí quizá lo más urgente es darnos cuenta de que el problema de la violencia escolar no es simple, no lo resuelves con una conversación donde los involucrados en un acto vandálico se piden disculpas a regañadientes y después la amenaza continúa latente.   Los educadores debemos apretarnos el cinturón  y subrayar un principio educativo básico: el proceso de aprendizaje debe partir de la REALIDAD, de la experiencia, del saber y del entorno de los estudiantes, para que todo lo que se aprenda en las aulas tenga sentido para la vida. Debemos subrayar la educación para la PAZ, pues estamos viviendo una guerra; no podemos colocarnos de espaldas a esa realidad que está allí, que entró sin pedir permiso, o declararnos sin herramientas para enfrentarla; no podemos  abandonar el afecto y la disciplina, la reflexión y la experiencia  que deje huella en nuestros estudiantes porque esos procesos serán los principales aliados en este camino de crecimiento mutuo.

Educar en valores sigue siendo una prioridad, una necesidad no accesoria a la que nos debemos mucho más en estos tiempos en que pareciera que no es posible vivir en paz. Nuestra labor como educadores y como ciudadanos será verdaderamente relevante si impedimos que la violencia se instale en nuestros centros, en nuestras casas y en nuestras calles.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Del significado de educar en valores

Cada vez se hace más necesario tener un enfoque amplio sobre el significado de la educación en valores en los centros educativos. No podemos reducir la formacion en valores al "buen comportamiento" ajustado a normas o simplemente la manifestación de actitudes esperadas especialmente relacionadas con el rol de estudiante: responsabilidad, disciplina, atención, respeto.  

Educar en valores en un proceso mucho más amplio y complejo. Está vinculado con la necesidad del ser humano de aprender a vivir con los demás, así como de crecer internamente. Esta formación se orienta a alcanzar la propia madurez emocional, psicológica y espiritual y el desarrollo de actitudes positivas ante el mundo; actitudes que posibiliten la exteriorización de potencialidades individuales y de grupo y, al mismo tiempo, el mejoramiento de la calidad en las relaciones e interacciones colectivas.

Bajo esta percepción, educar en valores es educar para la vida, acompañando en el camino de descubrir el sentido de vivir, de tal modo que la persona pueda construir su propio proyecto de realización personal. Es orientar en el desarrollo de criterios modeladores de las conductas que permitan la coherencia entre las actitudes y el razonamiento.

También es enseñar para la diversidad y el aporte activo como ciudadano en el mejoramiento de la cultura y de la sociedad, asumiendo una ética de mínimos que permita la vida colectiva y el consenso en la sociedad civil. La educación en valores tiene un gran desafío ante las problemáticas de vida que padecen los países latinoamericanos, pues se trata de formar para la construcción de nuevos modelos civilizatorios, donde el proceso de occidentalización sea superado para contribuir al descubrimiento y la inclusión de las culturas propias desde una perspectiva ética de liberación.

Los seres humanos, además de biología o sociología somos espíritu, es decir, somos seres  capaces de transcender, de tener vitalidad, fuerza para la vida, seres que necesitan encontrar respuestas a preguntas fundamentales sobre el sentido de vivir; esta espiritualidad hay que cultivarla, no con dogmas que encierran y distancian la posibilidad de encuentro con los demás, sino con testimonios de fe  y de entrega de amor a todos (as).

Una escuela que asume la educación en valores debe orientarse hacia el desarrollo de la autonomía moral, promoviendo vivencias que ayuden a descubrir valores universales para que la persona actúe en función de ellos por convencimiento propio y no por coerción; se debe promover el desarrollo de la capacidad de decisión, de elección y definición de los valores propios en un marco de respeto de la diversidad.

Algunos autores que se ubican en la perspectiva de desarrollo de la autonomía moral han propuesto el desarrollo de habilidades y destrezas que faciliten un modo adecuado de enfrentarse a los conflictos morales, estas son: el juicio moral, el autoconocimiento, habilidades dialógicas, comprensión crítica, toma de conciencia y autorregulación.

Existen tres tipos de aprendizajes que se deben desarrollar en los alumnos en un currículo de formación ética: los procedimientos, es decir, el aprendizaje de las habilidades antes señaladas; el aprendizaje de los hechos, conceptos y teorías relacionados con los valores; y el aprendizaje de valores, actitudes y normas deseables universalmente. Todo ello se convierte en finalidades para un currículo de educación moral que tiene como orientación última la autonomía moral.  Es importante destacar que estos aprendizajes se relacionan con los tres aspectos de la persona que deben atenderse: la cognición, la afectividad y el comportamiento.

La tarea de la escuela va mucho más allá de la mera formación intelectual, o de la enseñanza de actitudes relacionadas con el ambiente escolar, pues se trata de la humanización de la persona. Esto supone una educación orientada hacia su formación integral, asumiéndose como ser individual con una afectividad y psicología propia, pero además como ser en relación con semejantes con quienes establece una red de comunicación, ubicado en un entorno social y ambiental como espacios donde desarrolla la vida propia y colectiva, y como ser con una dimensión espiritual y trascendente.

domingo, 4 de septiembre de 2011

El gusto de leer

Era una tarde de un día cualquiera de hace varios años atrás. En el patio de mi casa se escuchaba cómo la madre enseñaba a leer a su hijo de corta edad. Sería la hora de las tareas, estaría dándole la lección de turno:
- “sa, se, si , so su... la s con la a, sa....; lee: Sisa se sale sola... a ver, ¿qué dice aquí...?”.

Al parecer el niño estaba un poco distraído, tal vez estaría ya cansado entre tantas sas, ses... y sus. El tono de voz de la madre comienza a subir:
-          ¿Qué dice aquí? _ El niño titubeante responde:
-          Si... ca.
-          -¡No! ¿No ves las letras? Si... sa...
El niño con el pensamiento puesto tal vez en el juego de pelota, o en el programa de TV... y como si estuviese atragantado de comida, dice: -¡No quiero más!. Y la madre, preocupada por la lección que no la sabía, agarra una correa y le da  a la mesa con ella:
- ¡Tú no te levantas de aquí hasta que no me digas la lección completa! _ Y el niño con sollozos intentaba una vez más: - Si... ca...
Y así pasaban las tardes, y así el niño aprendió a leer...

 Pero... ¿Aprendió?

Tal vez este niño, en el mejor de los casos, continuó en la escuela, tal vez fue un buen estudiante, responsable, que hizo bien sus exámenes y trabajos, entre otras razones porque tenía una madre que lo “ayudaba” todas las tardes y le enseñaba probablemente como lo hacía la maestra.

Tal vez ahora ese niño sea médico, abogado, o quién sabe si educador. Habrá leído unos cuantos libros o guías (fotocopias de partes de libros) y escrito otros tantos informes y trabajos para poder graduarse y tener su título. Pero, ¿cuántos libros completos habrá leído por afición, sólo por el gusto de leerlos; cuántas ideas, pensamientos, sentimientos propios habrá escrito entre tantos informes. Porque desde aquel “sa,se,si...” todo lo relativo a la lectura y escritura seguramente lo hizo porque era obligación, no porque era un placer.

Podemos pasarnos toda la vida sin descubrir la magia del cuento o de la poesía, sin descubrir las emociones que despierta la narrativa en una novela, sin darnos cuenta que un autor, un libro nos puede cambiar el rumbo de la existencia. Podemos pasarnos la vida desconectados del mundo porque nunca saboreamos lo sabroso que es estar informados o investigar para comprender algo que nos inquietaba. Aunque hayamos escrito una tesis, podemos morirnos sin aprender a decir nuestra palabra, sin acariciar nuestro pensamiento, nuestra afectividad materializados en un verso, en párrafos, en ideas ordenadas y coherentes; podemos pasar por el vida sin disfrutar de la libertad que supone expresarnos, regalarnos a los demás a través de la palabra. Y es que leer no es decodificar signos, como tampoco escribir es copiar. Leer es encuentro, es crecimiento espiritual, afectivo e intelectual, es medio para convertirnos en ciudadanos capaces de sentir y hacer conciencia de la realidad, al propio tiempo que es viaje a otros mundos insospechados, leer es comprensión que nos aclara  interrogantes para después crear. La lectura permite la producción de ideas, es fuente, así como lo es la experiencia, los sueños y el arte.

Es trágico pensar que nosotros somos aquel niño que una tarde escuché cómo era “mal enseñado” y como “mal aprendía”; porque la mayoría de los venezolanos, especialmente los que ahora somos adultos, creemos que “la letra con sangre entra”,  y lo peor es que así seguimos. Aunque nos resulte difícil creerlo, todavía así enseñamos en muchos lugares, no con amor y paciencia, sino con el terror que produce la correa, el grito o la amenaza; enseñamos lejos de la vida real manteniendo abstracciones sin sentido, y lejos de construir aprendizajes en un ambiente grato.

Para aprender a leer y a escribir se tienen que cambiar las concepciones erradas sobre la lectura, escritura y cómo se aprende, e incorporar en los métodos y estrategias el gusto, el placer absolutamente conectado con la atención a las necesidades o intereses,  para poder valorar, desde allí, el universo de significados que hay y puede haber en las palabras escritas, las que leemos o las que podemos decir. 

miércoles, 24 de agosto de 2011

Educar para el pensamiento flexible

Cuentan que un hombre estaba poniendo flores en  la tumba de su esposa, cuando vio a un anciano chino colocando un plato de arroz en otra tumba. El hombre se dirigió al chino y le preguntó: “Disculpe señor, de verdad cree usted que el difundo vendrá a comer arroz?” “Claro”, respondió el chino, “cuando el suyo venga a oler las flores”.

Este es un cuento al que hace referencia Walter Riso en su libro "El poder  del pensamiento flexible".  Sin duda una graciosa forma de asomarnos a la rigidez de las ideas, costumbres y convicciones propias. Rigidez en la que, muchas veces, quedamos atrapados sin posibilidad de dejar espacio para la aceptación del pensamiento de los demás.

El pensamiento flexible es anti dogmático, sencillo y crítico. La persona de pensamiento flexible no se impone, no se obsesiona con la verdad propia, es capaz de dialogar, especialmente de aprender de situaciones, otras personas y experiencias. Es capaz de dudar, de tener autocrítica  y  sensibilizarse con el pensamiento del otro aunque no lo comparta; en otras palabras, es una persona libre de sí misma.

No confundamos el relativismo o la falta de credo con la flexibilidad,  pues no se trata de considerar que todo vale, o no tener convicciones y compromiso;  se trata es de ser empático y de tener apertura para ver todo lo que hay en el exterior buscando puntos de encuentro y desencuentro, apertura necesaria para cuestionar “lo establecido” y lograr transformaciones, también para avanzar en una perspectiva espiritual unitaria cimiento de la fraternidad. Flexibilidad es más que tolerancia, pues implica “dejarme tocar”, “removerme”, “reacomodarme”; no es una escucha sorda en la que "no me queda más remedio que", pues me involucra en un dinamismo que se genera en las relaciones sociales que establezco con los otros.

En este mundo cargado de dogmas de todo tipo: religiosos, políticos, culturales; en esta historia de fundamentalismos que mucho daño han hecho  a la humanidad en el pasado,  presente y que, lastimosamente, por un largo tiempo seguirán haciendo daño; se hace imprescindible educar para el desarrollo de un pensamiento flexible, para el crecimiento de personas autocríticas, democráticas, libres de miedos; educar también para una espiritualidad de la unidad como dirían los focolarinos, es decir una espiritualidad que nos ayude a vernos como iguales en la fe, a mirar lo que nos une,  que es la esencia, en lugar de enfocarnos  en el dogma que nos separa. Una educación que nos ayude a encontrarnos como ciudadanos que comparten un mismo espacio, conviven y construyen un país y mundo con los mismos derechos y deberes.

Hace falta educar en los centros educativos, pero también en la iglesia, en el partido político, en los medios de comunicación. Todos son lugares de aprendizaje que tienen una responsabilidad en la formación del ciudadano y ciudadana que se necesita para no destruirnos por razones ideológicas, políticas, religiosas o culturales. Hace falta una nueva educación que se vacíe de su propia cultura, de su propia inflexibilidad, de sus grandes currículos preestablecidos para darle paso a la pregunta, a la duda, a la divergencia, a la diversidad, es decir al pensamiento flexible.

sábado, 13 de agosto de 2011

Los conflictos en el centro educativo

En educación solemos encontrarnos con situaciones conflictivas entre grupos de estudiantes de distintas edades, entre grupos de un mismo salón de clases, entre representantes y docentes, docentes entre sí, docentes y equipo directivo… Jares Xesús propone una clasificación de los conflictos que se presentan en la institución escolar en función de sus causas:

1.- Idiológico-científicas: opciones contrapuestas tanto en el plano pedagógico, ideológico (definición de escuela) u organizativo. También cultura o culturas escolares que conviven en el centro, etc.
2.- Relaciones con el poder: control de la organización, promoción profesional, acceso a los recursos y toma de decisiones, etc.
3.-Relacionadas con la estructura: ambigüedad de metas y funciones, celularismo, debilidad organizativa, etc.
4.- Relacionadas con cuestiones personales y de relación interpersonal: estima propia, afirmación, seguridad, insatisfacción laboral, comunicación deficiente y/o desigual, etc.

Detallar esta clasificación es interesante por cuanto nos permite ubicar el conflicto más allá del comportamiento de los estudiantes; pues normalmente para los educadores, los protagonistas de los conflictos son ellos, cuesta visualizar que pueden existir, y de hecho existen, muchas situaciones conflictivas en las diferentes relaciones que establecemos en el centro educativo, donde estamos involucrados los educadores o personal en general.

El directivo es mediador en estos conflictos, negociador que busca los puntos de encuentro de las partes, donde muchas veces él mismo no está exento. Ello supone la creación de una dinámica de funcionamiento que permita la comunicación permanente, el trabajo de equipo, la construcción de un marco de convivencia, el fortalecimiento de las relaciones sociales que se establecen sobre la base de un proyecto común.  Lo peor que puede hacer el directivo como líder es no escuchar, dejar pasar, alinearse. La manera de enfrentar estas situaciones de conflicto, sugiere un “modelo” de comportamiento a seguir que forma parte del currículo oculto que se introyecta en la cultura escolar, y se “aprende”, aunque no estemos dando una clase sobre el tema. Esto implica que aprender a dialogar, llegar a acuerdos, ceder, ser tolerante con el diferente, ser asertivo… debe ser parte del estilo de relaciones escolares de todos los sujetos, y el director como líder debe promover ese estilo humanizador.

Por otra parte, en los conflictos con los estudiantes, la respuesta reactiva del educador genera mayores malestares y, lejos de ser camino para su resolución, se convierte en “leña” que aviva el fuego. Es necesario detectar lo que ocasiona el conflicto para poder encontrar su solución adecuada. Cuando un alumno habla mucho en clase, no presta atención, molesta o agrede a los compañeros solemos etiquetarlo, consideramos que el problema es él, porque no acata las normas, por tanto lo sancionamos y reprimimos sin analizar la situación. No caemos en cuenta de que probablemente haya una contraposición entre la naturaleza del estudiante y la norma de la escuela, los intereses del estudiante y lo que estudia en clase, las necesidades de afecto y el trato del docente o sus compañeros, la experiencia de vida y el patrón de conducta que esperamos.

La actitud del educador debe ser evaluar ampliamente el problema para enfrentarlo de manera adecuada, ver más allá de lo evidente, para encontrar las causas y, en equipo con sus estudiantes, poner los correctivos, escuchando lo que el otro tiene en su interior y ha expresado en su actitud. No se trata de buscar culpables, sino de ver qué genera malestar, comportamientos inadecuados, discordias, cuáles son los intereses o necesidades que se ponen en juego para buscar que puede ser beneficioso para todos, desde un ejercicio de ceder lo posible. D. Hicks propone ante situaciones de conflictos simples:

1.- Declarar la propia posición en el conflicto y escuchar a los demás manifestar las suyas.
2.- Aceptar una base común.
3.- Atender a las posibles soluciones.
4.- Decidir qué ensayar.
5.- Ponerlo en práctica y más tarde evaluar su éxito.

Son pasos sencillos pero que pueden ser una ruta mínima en esta urgencia de aprender a vivir en los conflictos del ámbito escolar.

sábado, 30 de julio de 2011

El docente como militante de la paz

El papel del docente es clave en una educación para la convivencia y para la educación en general; pues él, antes que formar en competencias o contenidos, va a transmitir sus propias concepciones y actitudes de vida, va a enseñar lo que ES, por tanto, en relación a la paz, la tolerancia, el conflicto y la convivencia, él va a "enseñar" su propia manera de resolver conflictos, relacionarse con otros y dialogar.

Aquel docente que no asume el diálogo como medio de resolución de conflicto en su vida personal, profesional y como ciudadano, no podrá enseñar a sus estudiantes a hacerlo. Tampoco es posible si la educación para la convivencia en el centro educativo no se introyecta dentro de su propio proyecto y en los distintos sujetos involucrados. Por ello, consideramos que el aprendizaje de los valores que integra la convivencia como parte de su contenido, debe ser un proceso que involucra a todos,; es decir, no es asunto que deben aprender solo los estudiantes. 

Todos los educadores, al igual que los representantes y personal en general, deben desarrollar su propio proceso de formación acompañado y orientado, de tal modo que los valores y actitudes, conocimientos y habilidades para la convivencia puedan ser vividos por todos, creando así un ambiente y condiciones que permita el aprendizaje desde la "modelación" de los adultos responsables de la educación de nuestros muchachos (as).

Si algo nos queda claro, es que nos falta mucho para la construcción de una paz positiva, amplia, sólida. En esto lamentablemente nuestros dirigentes, estén en el gobierno o en la oposición, han demostrado grandes debilidades y desaciertos; no sólo ellos, también los ciudadanos comunes tenemos ataduras que impiden ver al que piensa distinto como un ciudadano que tiene derecho,  y que en su discurso hay una verdad que complementa la mía. 


Los educadores debemos asumirnos como ciudadanos que tienen una corresponsabilidad no solo en el centro educativo, sino en la vida cotidiana. Independientemente de nuestros afectos políticos,  religiosos, culturales, sociales, deberíamos participar en nuestras comunidades, pequeñas o grandes, en la construcción de puentes que permitan el encuentro de diferentes,  porque en ese espacio público, si unos contagian violencia, otros estamos llamados a contagiar paz, lo peor es dejarse arrastrar por la avalancha.

El desafío  de esta situación de crisis de convivencia, es justamente la construcción de una PAZ verdadera, todos estamos llamados a esta tarea; especialmente los educadores, a nosotros nos corresponde una labor hermosa, difícil, pero llena de sentido: la de sembrar esa paz en los niños, niñas, jóvenes y adultos de nuestros centros educativos, de nuestra familia y comunidad, pues es con ellos con quienes convivimos y a quienes nos debemos. 

sábado, 23 de julio de 2011

Convivir y resolver conflictos. Sugerencias para el aula

Hemos hablado de tres grandes aprendizajes para la convivencia: el diálogo, el análisis de la realidad personal y del entorno y el desarrollo de actitudes que manifiestan la valoración de la paz y la tolerancia. Todos estos aprendizajes deben desarrollarse a través de prácticas pedagógicas que promuevan la participación, la reflexión, análisis y vivencia de experiencias significativas. ¿Qué significa esto y cómo hacerlo? Vamos a explicarlo brevemente:

Promover la participación. No podemos promover el diálogo con prácticas autoritarias en el aula y centro educativo, aprender a dialogar implica construir la democracia como ambiente de trabajo. En el aula de clases podemos implementar varias estrategias de participación donde se pone en práctica la comunicación y el ejercicio democrático; entre ellas podemos señalar:
  • La asamblea de clase como espacio para el debate y toma de decisiones sobre problemas o temas de interés para los estudiantes, estos espacios son dirigidos por los mismos estudiantes con asesoría del docente;
  • El uso de carteleras, murales, periódicos, cartas de opinión y sugerencias, donde los alumnos hacen sus planteamientos libremente, señalan su posición ante las actividades del aula y centro educativo;
  • La mediación en los conflictos, donde el docente, estudiante o grupo de ellos asumen este papel en situaciones que se presentan en la cotidianidad del centro educativo y tratan de orientar hacia soluciones que beneficien a todas las partes, experiencias como los jueces de paz que se llevan a cabo en algunos centros son muy significativas en este sentido;
  • La planificación y evaluación participativa de los proyectos de trabajo, donde el docente en conjunto con los estudiantes define cuál será el plan de trabajo a seguir en el aula a partir de las inquietudes e intereses de todos y cómo evaluar su desarrollo y a todos los sujetos involucrados;
  • La organización de equipos de trabajo donde los compañeros pueden interactuar para la realización de las actividades, investigaciones, discusiones...; y por último,
  • El intercambio permanente entre el docente y alumno dentro y fuera del aula, desarrollando un estilo de intervención e interrelación basada en el diálogo.

Promover la reflexión y análisis de la realidad, tanto personal como del entorno: aquí tratamos de despertar la capacidad de reflexión ante los problemas de manera que se logre la objetivación ante ellos.

  • En relación a lo personal: para ayudar a reflexionar sobre las situaciones de crisis personales, las actitudes y valores, las heridas y potencialidades personales orientando hacia el desarrollo de su capacidad de juicio y autoconocimiento, podemos hacer uso de  ejercicios autobiográficos, historias de vida, dinámicas de conocimiento personal, la autoevaluación, dilemas morales, clarificación de valores, lectura reflexiva de fábulas, cuentos, parábolas, historietas.
  • En relación al entorno: para ayudar a desarrollar la capacidad de análisis de la realidad del entorno podemos detectar las causas, consecuencias, protagonistas, intereses en juego… de diversas problemáticas sociales, culturales y políticas haciendo uso de la lectura y análisis de la prensa y medios de comunicación de masas, ejercicios de reconstrucción histórica ( historia del barrio o escuela), estudio de casos, trabajos de campo sobre problemáticas sociales y ambientales, entrevistas a personajes de la comunidad, biografías sobre líderes sociales, debates, foros, uso de vídeos y canciones que provoquen la reflexión ante la situación.

En todas estas propuestas, tanto para lo personal como el análisis de la realidad, es importante provocar el cuestionamiento, para ello es muy útil el uso de preguntas de reflexión y la definición de marcos o modelos de referencia, porque permiten “ver un poco más allá” ampliando los razonamientos. Es importante desarrollar las habilidades para comprender, razonar y juzgar lo que acontece tomando en cuenta los distintos factores, elementos y sujetos que intervienen.

Poner en práctica actitudes de convivencia: se trata de hacer vida, manifestando en el comportamiento, valores como la paz y la tolerancia; para ello podemos promover experiencias como:
  • La organización de actividades culturales, deportivas, clubes estudiantiles.
  • Realización de experiencias de integración grupal, coevaluación, elaboración de compromisos y autorregulación de la conducta
  • Organización de acciones de cooperación en el centro educativo y comunidad.

Es necesario acompañar a los estudiantes y a todo el personal en el proceso de crear coherencia ente lo que decimos y hacemos; el hecho de apropiarse del discurso sobre el respeto a los demás, la convivencia o aceptación del otro, no necesariamente significa que en la práctica se actúe en función de ello. Lograr que los valores se descubran e internalicen es un proceso que dura toda la vida, por tanto el acompañamiento para ayudar a desarrollar comportamientos coherentes debe ser permanente, cercano y formativo.

sábado, 16 de julio de 2011

El aprendizaje para la convivencia como proceso permanente

Para vivir en paz y  enfrentar  adecuadamente los conflictos propios de la convivencia, necesariamente debemos desarrollar varios conocimientos, habilidades, actitudes y valores que recogemos en estos tres grandes aprendizajes:
Aprender a dialogar: es decir, aprender a decir nuestra palabra y a escuchar al otro. Para ello, es necesario apropiarnos del lenguaje en sus diferentes formas porque esto nos permite reafirmarnos; pero al mismo tiempo, es necesario aprender a callar, para dejar que el otro exprese su verdad y desde esa relación de habla y escucha poder complementarnos. La interacción con los demás sólo es posible a través del diálogo. Reconocer al otro y que el otro me reconozca sólo es posible si logramos conectarnos en esa relación de habla y escucha.

Aprender a analizar la realidad: en otras palabras, aprender a conocer e interpretar los hechos y situaciones que se presentan en la vida personal y en el entorno. Somos seres humanos con un mundo interior, situados en un contexto específico; convivimos en un espacio con unas determinadas condiciones socioculturales, económicas, políticas… saber cuál es esa realidad personal y social, los elementos que la definen, los problemas y conflictos que se viven, por qué se generan, los distintos sujetos que intervienen, nos ayuda a tener elementos para reaccionar con sensibilidad y mayor objetividad ante los problemas y conflictos personales y sociales  ubicándolos en su justo lugar. Lo que es lo mismo, aprender a ponernos en los zapatos del otro desde el conocimiento  de su realidad para comprenderlo.

Aprender a valorar la paz y la tolerancia: es decir, asumir la no violencia como medio de resolución de conflictos y aceptar la diversidad de la que formamos parte. Es necesario descubrir que todos tenemos derechos y deberes que nos permiten convivir a pesar de las diferencias, que la diversidad es sinónimo de riqueza y que la paz es el camino de realización humana, una actitud ante al vida. Asumir esto implica desarrollar actitudes concretas en la relación con los demás y en la resolución de conflictos que van acordes con esos valores; si no valoramos la paz, no actuaremos pacíficamente; si no valoramos la diversidad, no respetaremos al otro.

Podemos formar para el aprendizaje del diálogo, el análisis de la realidad y la valoración de la paz o la tolerancia si asumimos estos aprendizajes en una dinámica de proceso, al igual que todos los aprendizajes relacionados con la formación de valores.

Esto significa, por un lado, que educar para la convivencia y el conflicto es un aprendizaje que lleva tiempo, se da paso a paso, los resultados no se ven en corto tiempo; y por otro, que asume las distintas dimensiones de la persona: su individualidad, su relación con los demás, su ubicación en el entorno y su espiritualidad, pues la convivencia, desde el marco de una educación de valores humanos pasa por el crecimiento individual en cada uno de estos aspectos. 

Educar para la convivencia debe ser un aprendizaje permanente en ese camino coherente y claro que debemos seguir para formar a las personas que tenemos en los centros educativos. El estudiante de diversificado difícilmente resolverá conflictos pacíficamente, si no hemos propuesto experiencias de aprendizaje desde que ese estudiante estaba en el preescolar. Esto supone la clarificación de la educación en valores en el currículo, asumiendo en él la formación para la convivencia. 


viernes, 8 de julio de 2011

La paz como opción para resolver conflictos

Hay diversos caminos para resolver conflictos, algunos de ellos engendran violencia porque tratan de eliminar, anular, controlar o desconocer al contrario; otro camino en cambio es la opción por la paz. Optar por la paz  en la resolución de los conflictos significa optar por la negociación, por el diálogo para llegar a acuerdos que posibiliten la afirmación de todos los sujetos.
La paz es contraria a la violencia en sus múltiples manifestaciones, desde las más directas y silenciosas hasta las más estructurales y explosivas. Cada vez más se habla de una concepción de paz amplia que va a la par con una concepción amplia sobre la violencia. La violencia no sólo es entendida como situación de guerra, sino como toda aquella situación que impide la realización humana, por tanto la paz ya no es entendida simplemente como un período entre dos guerras o como situación  contraria al armamentismo y los conflictos bélicos, sino como un estado en el que se logra que todos podamos vivir en bienestar.

La violencia está presente en infinidad de situaciones de vida de las personas y las sociedades. La pobreza, el racismo, el terrorismo, el sexismo, la degradación del medio ambiente, los conflictos por el poder… son complejas problemáticas violentas en sí mismas y multiplicadoras de violencia. Igualmente en la vida cotidiana la violencia doméstica, la discriminación de género… forman parte de una situación quizá más silenciosa, pero igualmente destructiva. Optar por la paz implica la lucha por erradicar todas estas situaciones de violencia que impiden el desarrollo de todos. La paz es una situación, proceso, estado… relacionado con la vida en general, es una manera de vivir con los demás, donde se busca el beneficio para las mayorías; por ello paz implica justicia, equidad, libertad, ecología.

Optar por la paz no es sinónimo de evitar los conflictos, los roces que se producen como producto de la convivencia con los demás son inevitables, por tanto no podemos pensar en la paz como un estado “ideal” de ausencia de conflicto en una suerte de armonía o de serenidad estática en el entorno porque ello es imposible. Más bien podemos hablar de construcción de la paz en la medida que llegamos a acuerdos para la resolución de los conflictos, que logramos comprender y aceptarnos a nosotros mismos y a los demás; que construimos normas, leyes, consensos que toman en cuenta la diversidad cultural y social haciendo ejercicio de democracia y que actuamos solidariamente, buscando la cooperación para la solución de los problemas.

Es esta la paz por la que optamos, no la que esconde los problemas, sino que los enfrenta, una paz activa que nace además del bienestar interior, de una aceptación personal que me permite ver la vida con optimismo y alegría, libre de cadenas internas que no nos permiten ser felices. Educar para la paz, es educar para vivir con los demás buscando el bienestar de todos, educar para saber enfrentar y resolver los conflictos que se presentan en la vida personal y colectiva, por la vía del diálogo.

martes, 5 de julio de 2011

El conflicto como parte de la convivencia humana

Normalmente al conflicto se le adjudica una connotación negativa. Se asume como una situación no deseada, dañina, cuyas consecuencias son por lo general destructivas. Cuando el conflicto se asume de esta manera, entonces se considera que lo mejor es evadirlo, negarlo, o eliminarlo. Con ello se complica la situación y lejos de resolverla se agudiza generándose la violencia.

Sin embargo, el conflicto es implícito a nuestra condición de vivir en sociedad. Existen los conflictos porque existe diversidad de personas con intereses y necesidades distintas conviviendo en un espacio. De allí que en diversos ámbitos de la vida social, en distintos momentos del desarrollo de la vida de una persona, entre grupos sociales o sociedades diferenciadas... se ponen de manifiesto multiplicidad de situaciones donde se enfrentan los intereses y necesidades de unos y otros produciendo conflictos de distinta índole.

Debemos diferenciar el conflicto de la violencia. Mientras que el conflicto es una situación donde se contraponen intereses, necesidades y puntos de vista de dos o varios sujetos o grupos; la violencia es el mecanismo utilizado para resolver esa situación y se presenta cuando se trata de negar o eliminar al contrario. La violencia es destructiva y niega el bienestar personal y social; en cambio el conflicto es  una situación positiva por cuanto permite aflorar la creatividad, el avance hacia nuevos estadios de la vida individual y colectiva. La violencia puede y debe ser erradicada, mientras que el conflicto es inevitable porque forma parte de la vida.

Esto nos permite comprender más ampliamente el significado de la convivencia: vivir con otros no es sinónimo de armonía permanente en las relaciones que se establecen, es más bien una búsqueda constante de los acuerdos, asumiendo que hay diversidad y diferencias entre los sujetos que se interrelacionan. La convivencia no es un estado final de cosas donde reina una paz estática, sino más bien un construir el ambiente y las condiciones que hacen posible el crecimiento y realización de todos, un hacer y rehacer la paz en un movimiento constante atendiendo y resolviendo los conflictos generados en la propia vida comunitaria.

miércoles, 29 de junio de 2011

ALEGRÍA DE VIVIR

Propuesta y materiales para educar valores


Cuando vemos el contexto de violencia y muerte que irrumpe y se reproduce en todos los rincones del país, tenemos la tentación de pensar que nada es posible hacer. Problemáticas tan abominables y complejas como el secuestro, el homicidio, la corrupción, la impunidad, la exclusión o discriminación social, entre muchas otras, tienden a empeorar en el devenir del tiempo, y su recrudecimiento acelera la duda existencial sobre si los esfuerzos por construir un mundo fraterno algún día tendrán fruto.

Ante una cultura de muerte implacable, estamos tentados a perder la fe, y no es para menos, porque tanto problema junto arrima el desaliento. Pero, no podemos desmayar, no podemos dejar que nos roben la utopía, no podemos permitir que nos ganen la batalla los victimarios y causantes de tanto dolor social. Por ello, en estos días, la palabra VIDA y ALEGRIA cobran especial sentido, apostamos por la vida, y la vida en abundancia, como un derecho irrenunciable que tenemos todos los seres humanos y todas las formas de vida en el planeta; apostamos por la alegría como modo de vida que nos permite mirar el contexto con positividad y esperanza, a pesar de sus sombras y sus cruces.

Tener ALEGRIA DE VIVIR es  tener el don de avivar el corazón de los otros, sembrar semillas de hermandad en el encuentro posible que transforma los espacios donde nos encontramos para hacerlos más humanos. Es estar abierto a la vida sobreponiéndose a las tristezas y desventuras. Es subrayar que tenemos motivos para sentirnos felices, y que la muerte no es el final, que podemos ponernos a andar encontrando a Dios en el hermano y extendiendo las manos para hacernos solidarios con él.  Queremos escribirlas con mayúsculas, para que marquen ruta en los pasos que damos por el mundo, para que sean compromiso y se cuelen por todas las fisuras, para regarlas y que sean verdad en todos los rostros.

No es casual haber seleccionado este nombre para identificar una propuesta que quiere aportar en la educación de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes; una propuesta cuya intención es descubrir los valores humano-cristianos y hacerlos práctica, educar para la plenitud personal y comunitaria, para el compromiso ciudadano en la construcción de un país y un mundo distinto. No es casual, porque con este nombre queremos decir que apostamos por la esperanza, la fe, la alegría y la vida, en este mundo marcado por la violencia y la muerte.

 “ALEGRÍA DE VIVIR” es una propuesta educativa para desarrollar el eje transversal valores, en el nivel de Educación Inicial, I y II Etapa de Educación Básica, con intención de continuar desarrollándola en los siguientes niveles del sistema educativo. Se suscribe a las iniciativas que intentan hacer realidad el proyecto educativo nacional de Fe y Alegría llamado “Escuela Necesaria”, con el que la institución viene trabajando desde hace varios años. Es una propuesta que se presenta al país, entendiendo que el reto de educar en valores va más allá de una preocupación institucional para convertirse en un reto y compromiso urgente de todos los venezolanos y los diferentes ámbitos de la sociedad, en especial de la institución escolar y la familia. Por ello, es una propuesta abierta a todos los sectores públicos y privados que intentan asumir con contundencia la educación en valores éticos. 

sábado, 2 de abril de 2011

Buenas Noticias: Proyecto valores en Educación Media

Ya estamos en proceso de diagramación del material del proyecto de Educación en Valores para docentes y estudiantes del Primer Año de Educación Media. El material consta de una guía de trabajo para los educadores y en fichas de actividades para los estudiantes, en las que se desarrollan temas relacionados con la autoestima, la convivencia, la ciudadanía y la espiritualidad.

También estamos programando los talleres para educadores de los colegios de Fe y Alegría Nacional que participarán en este proyecto, los cuales se realizarán en Puerto Ordáz, Caracas y Barquisimeto.

Y estamos iniciando la producción de la propuesta para el Segundo Año de Educación Media.

Vamos caminando por una mejor educación en valores para nuestros jóvenes de la Educación Media.

martes, 15 de febrero de 2011

Jóvenes y posmodernidad

Pensar la educación de los jóvenes desde un enfoque de pedagogía crítica pasa por cuestionar las certidumbres de la institución escolar para transitar el significado de los cambios de representación y de identidades de las nuevas generaciones. Giroux nos presenta una reflexión densa sobre la juventud y la posmodernidad y los retos pedagógicos que tenemos los educadores comprometidos con la transformación, escrita a finales de siglo pasado con  la mirada puesta en el siglo XXI.  Su artículo: Educación posmoderna y generación juvenil publicado en la revista Nueva Sociedad Nº 146. El link también aparece en la sección enlaces de este blog.
http://www.nuso.org/upload/articulos/2554_1.pdf

domingo, 9 de enero de 2011

Los Jóvenes de hoy en día

Continuando con el tema JOVENES  te recomiendo disfrutar de una presentación de un excelente grupo musical llamado Les Luthiers quienes se caracterizan por elaborar sus instrumentos musicales y por la fina sátira de sus obras, ellos nos hablan de "Los jóvenes de hoy en día", que nos sirva para sensibilizarnos con el tema y aproximarnos a una reflexión sobre cómo son.
http://www.youtube.com/watch?v=_1GC1uzhJIE


En la lista de enlaces de mi blog también aparece el link.