¡BIENVENIDOS (AS)!

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lunes, 6 de abril de 2015

AÑORANZA DE FUTURO


El sentimiento de  añoranza se apodera de muchos venezolanos ante la crisis cada vez más virulenta que vivimos. No es para menos, pues pasar horas en largas colas para conseguir un producto regulado, no encontrar repuestos para los autos, vivir fuertes enfrentamientos y descalificaciones por la posición política, entre otras muchas cosas que experimentamos en el día a día, conduce a una profunda nostalgia al recordar cómo era Venezuela. No sin razón se añora anaqueles llenos, medicinas en las farmacias o la posibilidad de estar en la calle sin temor.

La añoranza  con su mezcla de recuerdo y tristeza está, y vale el derecho a sentirla, especialmente porque el  sentimiento impulsa a ver aquello que ayudó a vivir mejor y que hoy constatamos en retroceso o ausente. Pero la añoranza como expresión de ensalzamiento del pasado constituye un freno para la construcción de la Venezuela distinta que necesitamos todos (as); puede ser dañina si la asumimos como sentimiento y actitud que rige nuestra posición ante la crisis, si de fondo vemos al pasado con ojos acríticos, como una especie de edén idílico que fue, desterrando de la memoria los signos de crisis que ya padecían sectores de la población venezolana en los años anteriores al chavismo.

Porque una cosa es querer ver lo bueno aprendiendo del pasado para mejorar, y otra es considerar que todo fue bueno (con su contrapartida: todo es malo en el presente). Afirmar que en el pasado todos los venezolanos (as) éramos hermanos, no había diferencias, se respetaba al que pensara políticamente distinto, vivíamos en unión y en riqueza… es una clara expresión de una especie de pérdida de memoria; si eso hubiese sido así, en el 89 el caracazo jamás hubiese existido, o la intentona de golpe o rebelión militar del 4 de febrero del 92 no hubiese dado lugar, más tarde, al voto masivo de venezolanos(as) a favor de Hugo Rafael Chávez Frías porque vieron en él una esperanza para Venezuela. Es verdad, habían anaqueles llenos, y podías comprar la marca que quisieras, las cantidades que quisieras… pero eso lo podían hacer quienes tenían posibilidades en un país, en el que, entre otras  cosas, el consumismo de unos era increíblemente grosero; se nos olvida que las mayorías pobres estaban invisibles para los ojos de muchos; que los hospitales estaban en crisis o los militantes de izquierda también sufrieron persecución política. No era una Venezuela de hermanos, como tampoco lo es ahora, porque en el fondo los grandes problemas de ayer siguen estando ahí en estado crónico, empeorando.


Querer al pasado de vuelta es perderse entre las inequidades que ya existían, en una idealización producto de un presente crítico. Por ello, la añoranza en Venezuela debería volar más alto, debería colocar su rostro al futuro, alimentarse de la justicia, equidad, fraternidad, libertad, bienestar que no hubo en el pasado y que ahora tampoco tenemos. Alimentarse también de las lecciones del pasado y del presente, de políticas, acciones, ideas de impacto positivo para construir otra Venezuela. Necesitamos reinventar nuevas rutas, modelos, estrategias, ilusiones que nos permitan seguir apostando por una vida de bienestar para todos. Necesitamos la añoranza de lo que aún no hemos tenido.

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