Fe y Alegría cumple 60
años. No es poco. A lo largo de estos años se ha forjado un movimiento de
personas concretas que nos sentimos FE Y
ALEGRIA porque nuestra vida, como persona, ciudadano (a) y profesional, se ha
venido construyendo de la mano de esos tres muchachitos que caminan con el corazón
que nos identifica.
Cuando una institución
de larga data arriba a estos años, se suele mirar el camino recorrido para
celebrar los esfuerzos y la siembra de los formidables frutos que se tienen en
el presente. Esto es necesario e importante, pues la identidad bebe el agua de
nuestra historia que, como fuente, alimenta lo que hoy somos. Esto es necesario
e importante, pero no suficiente. El “Atrevámonos”
de nuestro fundador, el padre José María Vélaz, nos empuja a ir más allá, para
celebrar también desde el llamado a releer nuestro contexto, 60 años después, a fin de ver qué está
necesitando Venezuela y América Latina en un ahora absolutamente retador.
Una relectura de nuestra opción por los pobres y de la educación
popular y promoción social quizá nos
lleve a pensar que nuestras nuevas aulas deben estar en las calles, con los
niños, niñas, adolescentes y jóvenes que han desertado del sistema educativo,
con los muchos de ellos que allí deambulan y que, en América Latina según
UNICEF, son cerca de 40 millones; en las calles o las casas de la comunidad, educando junto con las familias y
organizaciones que allí conviven; o en las cárceles con los privados de libertad, víctimas
y victimarios de un sistema penitenciario ineficiente, abusivo y corrupto; o
quizá en las fronteras, con los
desplazados que padecen condiciones infrahumanas de vida, con nuestras comunidades indígenas, o en las
organizaciones de adolescentes y jóvenes que andan buscando un mundo NO
escolarizado que les deje encontrarse, emprender y producir.
Necesitamos asumir la educación popular como epistemología crítica
presente en las universidades, instituciones, medios de comunicación,
organizaciones, empresariado, comunidades, en alianza con ellos, para alimentar
la comprensión crítica del contexto desde el lugar de los pobres; comprender la
pobreza y la necesidad de transformación profunda; educar a todos y todas para la acogida y la
construcción de una sociedad incluyente, a pesar de las diferencias, para aprender a vernos como sujetos con igual derecho y dignidad.
Llegar a 60 años para una organización puede ser peligroso
para sí misma y su razón de ser. A estas alturas, las estabilidades por las que
se luchó en los inicios y que, en buena medida, se han venido alcanzando, aunque todavía falten otras, pueden conducirnos a la parálisis, comodidad o ausencia de compromiso; junto a la madurez que vamos
teniendo puede hacer espacio la burocracia para comerse el estilo modesto y
sencillo que nos ha caracterizado; el afán por el “control de la calidad” puede
ahogar la creatividad y la innovación, privilegiando lo técnico por encima de
lo pedagógico, la complejización de tareas que distraen por encima del hacer
verdaderamente importante, el mandato
por encima de la decisión democrática.
Necesitamos seguir privilegiando el movimiento más allá de la
institución, en sana tensión, engranado, pero en movimiento que, en sí mismo,
vive lo que aspira para el país; y para ello, debemos reestructurarnos o reinventarnos, desde un VER amplio y profundamente autocrítico de lo que tenemos
hoy dentro y fuera; desde una mirada y escucha de los nuevos anhelos que van aflorando, las nuevas
formas de ser de nuestros niños, niñas, jóvenes y adultos, las nuevas formas de
injusticias que viven los pobres, antiguos y nuevos, a quienes nos debemos.
Celebremos nuestros 60 años con Fe y Alegría dando los pasos
para seguir esta hermosa historia de transformación por Venezuela. Celebremos,
con el compromiso de seguir
reinventándonos y atreviéndonos, esa es la mejor manera de mantener vivo el
espíritu fundacional.
Excelente Rexlexion. Ojala lograramos poner en práctica muchas de las cosas que sugieres aqui.
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